Presencia y trascendencia de los derechos humanos en los medios de comunicación
Lic. Livier González Brand
Los derechos humanos existen como conceptualización de la dignidad inherente a toda persona, porque detrás de tal idea está una realidad: el ser humano. Así, su noción y su cumplimiento se articulan y perfeccionan época tras época, en cada civilización, en cada sistema cultural y político. Se expresan, pues, como debate público, debate positivado, si el término se permite.
Con antecedentes muy antiguos filosóficos, políticos y religiosos, la racionalización formal de los derechos humanos en nuestra época –muchos o pocos, 68 años ha–, emerge como discurso central tras la Primera y la Segunda Guerra Mundial, junto con los conceptos de genocidio y de crímenes contra la humanidad. Se expide entonces la Declaración Universal de los Derechos Humanos, el 10 de diciembre de 1948, de la que se derivan tratados, convenciones y reformas legislativas en todo el mundo.
La referida articulación de la concepción de los derechos humanos en los diversos sistemas políticos y culturales se sucede entre resistencias y tensiones –el derecho humano no siempre coincide con el derecho ciudadano y social–, y genera un debate público permanente, fronterizo de lo universal con lo particular, de lo global con lo limitado geográfica, política y culturalmente.
Derechos humanos y debate
¿Y qué resulta del debate sobre derechos humanos? Su existencia, porque el debate mismo ya supone la existencia de un derecho humano y, tras éste o junto con él, un equilibrio en el camino que se transita dando pasos con un pie en la historia social y con el otro en la historia individual. De ahí surgen, resultan los consensos.
En la primera línea de este texto se usó el término “conceptualización”. Es importante. Si hay concepto, idea de los derechos humanos, debe derivar de la percepción de la dignidad del otro a través de los sentidos de uno; nos reconocemos, y si nos reconocemos somos iguales en lo esencial. Pero también notamos que el concepto “dignidad inherente a toda humanidad” se vuelca en lenguaje como palabra, idea pública y publicada, es decir, dato y opinión.
La opinión es una entre otras, interactúa, se mantiene o se transforma, y en tal estado se presenta la opinión pública, en la que participan personas e instituciones, mayorías y minorías, los mismos y los diferentes –lengua social y habla individual, diría el aún pertinente lingüista Ferdinand de Saussure–, en un sistema de comunicación siempre insuficiente, con una lógica lingüística idiomática que evoluciona con lentitud, con atavismos psicológicos y acumulaciones culturales de siglos que se integran a una civilización.
Están las civilizaciones y están las culturas en su extensa data, y más superficial, más visible, más cambiante, incluso efímera, la opinión pública; pero es porque los derechos humanos deben ser visibilizados. Y aquí el para qué de esta breve visión a grandes saltos. La opinión pública tiene, desde hace décadas, su ámbito preferente en los medios de comunicación. En nuestra época, si hay consensos posibles, estos son logrados con la ocurrencia de los medios.
Diversidad y consensos
Se ha hablado aquí de consensos, así, en plural, y se ha evitado su singular. Si bien existe un marco universal de principios –libertad, igualdad, equidad, solidaridad, inviolabilidad, inclusión, diversidad, participación…– un solo consenso, uno definitivo, sería imposible e indeseable, ajeno al respeto a las diferencias y a un aspecto importante de los derechos humanos: el principio de progresividad.
En el primer párrafo del texto se dijo, con una licencia lingüística, que el debate de los derechos humanos es un “debate positivado”, para referir la exigencia institucional y del activismo de que su inculturación se acompañe de efectos legales y de políticas públicas. Ocurre porque es necesario, si no lo fuera habría bastado la gran calidad moral, no vinculante, de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Es, pues, que las leyes sin consenso social sólo son, como suele decirse, letra muerta.
La importancia creciente de la Comisión Nacional y las comisiones estatales de derechos humanos, y su inculturación, se deben en mucho a los consensos generados a través de los medios de comunicación. En ellos todos los actores sociales han hablado o han sido objeto de mención, en mayor o menor grado, conversaciones sociales con las características de la opinión pública, no exenta de prejuicios e ignorancias, de intereses subrepticios, pero también de conocimientos y actitudes críticas.
Debate y medios
El medio no es el debate; el medio es soporte tecnológico devenido en espacio público; en él ocurre el debate y, de hecho, el debate mismo es tal espacio público, contenido y continente. La calidad del debate determina y está determinado por la calidad pública, cultural, política de las comunidades y de la sociedad.Pero la sociedad no es un ente independiente o separado de los individuos que la conforman, los individuos comunicados son la sociedad, ésta es comunicación. Tampoco el medio es un ente independiente o separado del resto de la sociedad; en los medios, individuos especializados en comunicar piensan el pensamiento social y, en los mejores casos, lo observan, lo proponen y lo cuestionan.
En Jalisco los derechos humanos se integraron al pensamiento social como una realidad psicológica, cultural, política, jurídica y legal. Los individuos, la sociedad, piensan en los derechos humanos, los cuales son ya más que sólo una idea: se vuelven realidad instituida en quejas, investigaciones, conciliaciones, pronunciamientos, recomendaciones y respuestas efectivas de las autoridades, y éstas se hacen presentes, se sociabilizan a través de los medios.
Tal realidad de los derechos humanos es observada y cuestionada por los profesionales de los medios, pero también promovida. Suele ocurrir que actuaciones de la Comisión Estatal de Derechos Humanos en Jalisco se deban a denuncias de los medios de comunicación, y suele ocurrir también que ésta –la Comisión– cuente con la crítica mediática como un factor de capacitación social, de reflexión institucional, de transparencia y rendición de cuentas.
Algo más, muy importante: la existencia y libertad que los medios de comunicación pueden y deben ejercer es un derecho humano cumplido y respetado. Lo anterior no significa, sin embargo, que los medios estén libres absolutamente de dificultades de distinta índole; por ejemplo, los riesgos evidentes que enfrentan ante organizaciones criminales que afectan a toda la sociedad.
De manera institucional, sistemática, profesional y, sí, en relación humana directa, la Dirección de Comunicación Social de la CEDHJ se vuelve unidad con los periodistas y con medios de comunicación; es unidad dinámica, en conversación y en debate. Por ello, toda agresión a los periodistas y al periodismo es también en automático una agresión al área de Comunicación de este organismo; ello es una realidad y es la manera de entender nuestro diálogo. Si se ataca a un interlocutor se ataca a la conversación toda y a todos los que de ella participan; la comunicación que la institución y los medios mantenemos hace honor a su nombre: es común. Estamos con los periodistas, somos solidarios con ellos.
Mundos y personas
En México la institucionalización de los derechos humanos emergió paralela al proceso de transición política, a la apertura comercial y la globalización, procesos que tienen efectos sobre comunidades y sus culturas y que, si bien abren oportunidades, igual desarticulan y aíslan. En tal situación, la cultura de los derechos humanos adquiere importancia al recordar la dignidad inherente a toda persona.
Cabe recordar que la institucionalización de los derechos humanos en nuestro país respondió, en cierta medida, a exigencias del exterior, provenientes de países y organismos internacionales con los que se firmaron tratados y acuerdos de distinta índole.
Si bien había exigencias internas a favor de los derechos humanos, con antecedentes históricos de altísimo nivel filosófico y de heroicidad desde la época de la Conquista, como el de Fray Bartolomé de las Casas o el de Tenamaxtli, la incipiente institucionalización de los derechos humanos en México y en Jalisco en los últimos años del siglo XX no estuvo exenta de resistencias culturales, políticas, mediáticas, eclesiales e incluso de organismos de la sociedad civil, ámbitos que igual acompañaron a toda la sociedad en un proceso de aprendizaje que se actualiza aún hoy.
Recurrir con sensibilidad a la memoria histórica es de gran valía, especialmente cuando los derechos humanos son pensados por los jóvenes nacidos en la última década del siglo XX y la primera del siglo presente. Generaciones anteriores de mexicanos y de jaliscienses podrán recordar con experiencias personales, comunitarias y sociales, los atropellos a la dignidad humana en la cotidianeidad, que sufrían individuos en procesos judiciales o policiales con la práctica de la tortura o la vejación, la cultura machista que condenaba a las mujeres a segundos planos, el sufrimiento inevitable que suponía la diversidad sexual, por citar algunos ejemplos; así como la impunidad, que en muchos casos lamentablemente continúa como un flagelo de la sociedad.
No había entonces institución alguna a la cual se pudiese recurrir, que se encargara de promover, difundir y defender los derechos humanos; que capacitara a servidores públicos, escolares y personas en general; que visibilizara los atentados a tales derechos y actuara en consecuencia. Aun así, como el concepto de derecho humano era ausente de nuestra cultura y en consecuencia de nuestro pensamiento, cuando inició su institucionalización emergieron resistencias tanto de individuos como de instituciones, como ha quedado descrito anteriormente. Así, por citar un ejemplo, como se trabajó en contra de la tortura y de los debidos procesos judiciales, se acusó con simpleza a la CEDHJ de “defender a delincuentes”.
Hoy Jalisco cuenta con una institución cuya razón es la promoción y defensa de los derechos humanos. La Comisión se fortaleció en la medida en que éstos se inculturaron, se volvieron pensamiento y acción; para ello, a pesar de las resistencias iniciales, los medios de comunicación vigilantes, críticos y objetivos, fueron y son grandes aliados de la CEDHJ en la noble tarea de denuncia pública y generación de conciencia social.
CEDHJ en los medios
Los medios de comunicación necesitan de la CEDHJ y ésta, como toda institución pública, necesita de los medios. Tan sólo del 2 de agosto de 2007 al 1 de junio de 2017, el total de coberturas mediáticas fue de 21,247, es decir, más de 2,200 notas o referencias mediáticas por año, en promedio, a través de aproximadamente 119 medios televisivos, radiofónicos, impresos y digitales. En este periodo se publicaron notas positivas y críticas; destacan las informativas y de consulta sobre las Recomendaciones y señalamientos hacia las violaciones de derechos humanos por parte del poder público del estado. Es decir, el desempeño de la Comisión como institución se reconoce, se respeta y se le da credibilidad. Tal cobertura mediática, a la que se suman entrevistas al presidente de la Comisión, doctor Felipe de Jesús Álvarez Cibrián, a visitadores generales y directores; y la presencia e interacción de la CEDHJ, a través de redes sociales y de su página web institucional, revela un organismo que comunica, interactúa y se retroalimenta desde y con los medios.
La Comisión Estatal de Derechos Humanos en Jalisco amplió su comunicación social, la multiplicó y la diversificó a partir del segundo semestre de 2014, en atención a los medios tradicionales y a los jaliscienses en general, a través de redes sociales, de un periódico impreso y en formato digital, de programas en canales públicos, de una aplicación para teléfonos móviles y de una página web proactiva e interactiva que incluye opciones para que las personas ciegas y adultos mayores puedan navegar, así como contenidos en lengua wixárika, reconocida tres veces de manera consecutiva en el 2014, 2015 y 2016 con el premio internacional de la Editorial OX, en la categoría de Organismos y Gobierno.
En la CEDHJ se ha entendido que la comunicación no sólo responde a la transparencia, sino a la gobernanza; la Comisión se relaciona y relaciona, no busca victorias simbólicas, meramente discursivas, para cortejar a la opinión pública, sino actuar con eficacia en el marco institucional. Ello ha respondido a una política exigida desde su Presidencia, a cargo del Dr. Felipe de Jesús Álvarez Cibrián, y de su Dirección de Comunicación Social, que coordina Livier González Brand, a partir de la comprensión de que un organismo como la CEDHJ enfrentaría su propia naturaleza y su vocación institucional si se aislara de la sociedad en su conjunto.
Presente y futuro
La Comisión Estatal de Derechos Humanos de Jalisco fue creada en 1993 y ha contado con cuatro presidentes: Carlos Hidalgo Riestra (1993-1997), Guadalupe Morfín Otero (1997-2001), Carlos Manuel Barba (2001-2007) y Felipe de Jesús Álvarez Cibrián, (2007-2016). A cada uno le ha tocado una etapa en el proceso que va, de la institucionalización y la visibilización, a la actuación cada vez más efectiva del organismo. No ha sido un actuar aislado, la CEDHJ es una institución a través de la cual actúa la sociedad jalisciense; por ello se ha vinculado con otras instituciones, con actores sociales como los medios de comunicación y especialmente con organismos de la sociedad civil.
Es indiscutible que la sociedad jalisciense ha avanzado en materia de cultura de los derechos humanos, pero es un error de perspectiva creer que tal avance es definitivo, carente de posibles retrocesos. La democracia en México y en el mundo enfrenta riesgos muy serios y, junto con ella, la cultura y las instituciones que la vuelven real.
La lucha por los derechos humanos nunca será definitiva, se actualiza generación tras generación y se replantea época tras época para preservar los valores humanos universales en que se sustenta la dignidad de toda persona. El futuro asoma en el presente, seguramente los jaliscienses sabrán preservar y fortalecer aún más a la Comisión Estatal de Derechos Humanos de Jalisco; lo contrario sería renunciar a la posibilidad de preservar y fortalecer una civilización, un estado de derecho y una verdadera cultura de respeto a la dignidad de la persona en todos los ámbitos y acontecimientos de la vida.