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Así murió Humberto Rodriguez "La Rana"


Guadalajara, Jalisco a 27 de febrero de 2018.- Fueron impactos directos al cerebro, todo terminó en 21 minutos; la leyenda concluyó y su violenta historia se cerró para siempre.

Humberto Rodríguez Bañuelos a quien apodaron "La Rana", lo traicionó su corazón, el infarto que sufrió el 19 de enero concluyó su vida el domingo 30 a las 8 de la mañana.

Su leyenda le precedió, entre el personal de enfermería y médicos de "Coronarias" del Viejo Hospital Civil su llegada causó expectación, se trataba de un famoso pistolero que había participado en acontecimientos que cimbraron al mundo occidental por el asesinato al estilo "ejecución" del Cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo el 24 de mayo de 1993, en el estacionamiento del Aeropuerto Internacional de Guadalajara.

La fama que lo precedió dio inicio durante los enfrentamientos entre carteles de narcotraficantes por el control de los corredores de la droga hacia Estados Unidos.

Dos grupos fueron los que escenificaron los hechos más violentos de los últimos 30 años: El Cartel de los Arellano Félix y el de Sinaloa con Alfredo Guzmán alias "El Chapo" y Héctor Luis Palma Salazar, alias "El Güero Palma".

Uno de los últimos hechos de violencia en los que se enfrentaron fue en el aeropuerto de Guadalajara; Ramón Arellano trajo a esta ciudad a un grupo de sicarios que reclutó en el Barrio Logan de la ciudad fronteriza de San Diego.

Su misión, para lo que llegaron a Guadalajara quince días antes, era localizar a "El Chapo" Guzmán y ejecutarlo; arribaron provistos de equipo de alta tecnología para geo posicionar los teléfonos celulares, mediante el rastreo satelital.

Jamás localizaron a su presa, Ramón Arellano, líder del grupo se cansó de la espera y decidió regresar a Tijuana, aquí se sentía muy inseguro.

El 24 de mayo decidió partir y ordenó a su grupo trasladarse al aeropuerto, según las declaraciones de Jaime Vascones Hernández, uno de los sicarios que seguía una larga borrachera en un café del aeropuerto, donde fue detenido.

Los sicarios de Logan acudieron al mostrador de la aerolínea cuando Ramón fue alertado de la presencia de "El Chapo" por una llamada telefónica.

Se especuló que alguien coordinó que se diera el encuentro entre ambos grupos; por lo que aprovechó que Guzmán Loera iba a utilizar una avioneta privada y saldría del aeropuerto civil para enfrentarlo con los Arellano.

Ramón ordenó a su grupo recuperar maletas en las que llevaban fusiles AK-47 y AR-15, y al frente de ellos salió al estacionamiento hacia la fila de carros que circulaban por el ingreso, se colocaron alrededor de un automóvil marca Ford, tipo Grand Marquis, apuntaron sus armas y le dispararon tanto al chófer como a su acompañante.

Los pistoleros regresaron al aeropuerto y abordaron el vuelo a Tijuana sin ningún problema. Dos carros atrás se hallaba Joaquín Guzmán Loera, al observar al grupo armado, dejó su carro y corrió hacia la salida del aeropuerto, ya en la carretera a Chapala, llamó a un oficial de la Policía Federal de Caminos quien lo rescató y lo llevo por tierra a Tepic, Nayarit de donde escapó en un avión privado con destino a Centroamérica.

Mientras en el aeropuerto se prendió la mecha, la Policía descubrió que de los 12 muertos de la balacera el acompañante en el automóvil Grand Marquis, era el Cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo.

Inicia la investigación la Procuraduría de Justicia de Jalisco se suma la Procuraduría General de la República y al identificar a los grupos participantes señalaron la presencia de Humberto Rodríguez Bañuelos como el jefe del grupo de sicarios que encabezó Ramón Arellano Félix, líder del cártel de Tijuana.

Rodríguez Bañuelos fue identificado por las autoridades como un ex comandante de la Policía Judicial de Sinaloa que contrató Ramón Arellano como su jefe de seguridad. Originario de Sinaloa, Rodríguez Bañuelos acompañó a Ramón Arellano hasta su muerte en Mazatlán, Sinaloa.

Rodríguez Bañuelos se escondió por un tiempo, dicen que se hizo una operación para cambiar su rostro.

Se mantenía en Tijuana bajo el nombre falso de Carlos Durán Montoya; cayó detenido al penal de esa ciudad y luego de 4 meses, julio de 2001 se le identificó por una lesión y la sospecha de que se había cambiado la personalidad; fue trasladado al Penal Federal de Puente Grande, en Jalisco.

José Humberto Rodríguez fue procesado por el homicidio del ex procurador de justicia de Jalisco, Leobardo Larios Guzmán, ocurrido en mayo de 1995 y en mayo del 2002, fue sentenciado a 37 años por el juez segundo de lo criminal, Hugo Olveda Colunga, por el homicidio de Gabriel Bastidad Chavarín, así como por asociación delictuosa.

Llevaba 17 años purgados, pero las enfermedades lo acosaban y la atención en el penal era deficiente, para conseguir más atención tuvo que acudir a los jueces; de hecho el traslado al Viejo Hospital Civil se logró tras un amparo que obligó a las autoridades a llevarlo a la unidad de “Coronarias”.

Ni él sabía que se trataba de su “última parada”, finalmente el escape, su fuga.

Todo iba bien pero el corazón no perdona; estaba ya en sala, iba en camino a la recuperación; siempre custodiado, policías en los pasillos, en la sala, por todos lados, la vigilancia era excesiva, los monitores se encendieron a las 7 de la mañana de ese domingo 30 de enero, el paciente de la 10 sufre un paro cardiorrespiratorio.

Enfermeras corriendo; camilleros igual, el médico de guardia ordenó el traslado de sala a terapia; con rapidez y eficiencia el personal preparó la cama 8; respiradores, monitores, oxígeno, todo se dispuso para su arribo.

Cerca de las 8 de la mañana llegó el tropel, lo conectaron de inmediato, se notaba el profesionalismo; el médico pidió signos: ¡¡¡Nada!; dijo la enfermera, con voz firme ordenó; ¡¡¡prepárense para reanimación!

Se preparan los internos en fila para aplicar masaje cardiovascular mientras que las enfermeras se aprestan cada una a su tarea: monitores para registrar signos, tomar tiempo, aplicar intravenosas.

Inicia el médico la primer serie: 1, 2, 3… hasta el 40; respira, pide signos:¡Nada! Le responden: Toda la sala está a la expectativa salvo los pacientes muy graves; policías, trabajadoras sociales, custodios se arremolinan mientras que médicos y enfermeras hacen su trabajo.

El médico ordena la segunda serie, inicia con la aplicación de adrenalina y siguen en su intento por recuperar a Rodríguez Bañuelos. Termina la cuarta serie y no hay respuesta. El médico ordena; ¡Última serie, vamos con todo!

Termina la quinta serie de masaje cardiorrespiratorio. La lucha concluye y termina la leyenda. Murió Humberto Rodríguez, su última batalla lo traicionó su corazón.

Los médicos se retiran, las enfermeras mueven los equipos, guardan jeringas y dan paso a otros.

Llegó personal de Servicios Periciales de la Procuraduría General de la República; ahora es necesarios establecer la personalidad del fallecido.

Peritos en identificación de personas y fotografía captan cada detalle: las huellas de una vieja herida en una pierna, la que lo entregó en Tijuana, cicatrices de viejas lesiones en la cara y de otras cirugías; las huellas dactilares, la descripción antropométrica, todo quedó asentado.

Se retiran los de la PGR, con ellos se va la seguridad; la leyenda de Humberto Rodríguez Bañuelos, alias “La Rana” se terminó para siempre.

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