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Chantaje con saldo negativo


Escaño abierto

Arturo Zamora Jiménez[1]

El desenlace de la reciente crisis comercial vivida ante el amago del presidente Donald Trump ha puesto en evidencia, una vez más, la dificultad del gobierno federal para reconocer la realidad, lo cual es una señal inquietante para nuestro país.

El saldo de la crisis comercial y migratoria no es alentador para México, a pesar de la suspensión temporal de la medida arancelaria anunciada por Estados Unidos. El gobierno federal cedió al chantaje sin obtener nada a cambio, con cláusulas secretas e inciertas y amenazas que seguramente persisten.

La política migratoria del Ejecutivo federal se movió sobre falsas premisas que se evidenciaron el viernes pasado: la incapacidad de la economía para dar empleo y atención social a los centroamericanos, la inviabilidad de los proyectos de infraestructura imaginados para el sureste y la siempre dudosa voluntad del gobierno de Estados Unidos de contribuir financieramente al desarrollo del Triángulo del Norte centroamericano.

Esto se acompañó de una política más que laxa en la gestión de los flujos migratorios, basada en la entrega de visas humanitarias que nunca fue respaldada por Estados Unidos, pero sí dio un incentivo al desplazamiento de los migrantes que llevó a una crisis humanitaria en ambos lados de la frontera norte.

El acuerdo anunciado, mediante un comunicado del vecino del norte, deja en claro que se trata de una medida provisional, sujeta a sus resultados y a que en 90 días las partes “tomarán acciones complementarias”, según los criterios unilaterales de la contraparte.

El acto celebrado en Tijuana es sumamente preocupante, pues en las intervenciones prevaleció una ambigüedad que revela que actores como el diputado Porfirio Muñoz Ledo se oponen frontalmente al acuerdo bilateral. En tanto que el Presidente lo interpreta a conveniencia, negándose a aceptar la urgencia de rectificar en la frontera sur, mediante el acompañamiento de la CNDH en la intervención de la Guardia Nacional.

Coincido con el historiador Lorenzo Meyer, quien en su columna periodística escribió que el acuerdo bilateral es una humillación, por lo cual difícilmente puede sostenerse que la dignidad de nuestro país esté intacta.

Como resultado del acuerdo, México deberá encarar una gravosa responsabilidad en el cuidado de los migrantes que sean “rápidamente devueltos” a nuestro territorio, en virtud de la extensión del Protocolo de Protección de Migrantes a toda la frontera norte y la obligación de proveerles servicios básicos durante meses o años. Esto, a costa del contribuyente mexicano y en las precarias condiciones de seguridad pública del país.

Si añadimos que esta grave situación se da en una coyuntura señalada por una baja en la expectativa de crecimiento, en el grado de calificación de las empresas productivas del Estado (Pemex y CFE) y en la perspectiva crediticia de siete bancos nacionales, la perspectiva inmediata es sombría.

Esta creciente espiral de problemas nacionales configura un escenario incierto, ante el cual es tiempo de extraer las lecciones pertinentes y rectificar.

De antemano, sería aconsejable dejar de lado el discurso de la polarización y la discordia que agobia a la nación y escuchar a todos para corregir a fondo. No se puede apelar a la unidad nacional cuando se insiste en dividir.

El presidente López Obrador debería aprovechar la crisis migratoria y comercial para hacer un replanteamiento de su discurso, su proyecto y sus estrategias; por el bien de México, tiene la oportunidad de cambiar.

[1] Secretario general del CEN del PRI.

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