Informar no es lo mismo que desinformar
Por Armando Maya Castro
La guerra sucia contra la Iglesia La Luz del Mundo transcurre sin que haya voces que se levanten pidiendo el cese de los despiadados y continuos ataques que los medios de comunicación lanzan contra esta asociación religiosa. Hasta ahora no han sido suficientes los lamentables casos de discriminación contra los fieles de la Iglesia para que los medios involucrados en esta campaña de odio decidan informar lo que es, en vez de desinformar a las audiencias.
Queda claro que el propósito de dicha campaña es quebrantar la compacta unidad de la Iglesia, tomando como pretexto la situación legal del apóstol Naasón Joaquín García en California (USA), un estado donde la vocería de la Iglesia ha tenido que realizar ruedas de prensa orientadas a precisar la información que algunos medios de comunicación han manipulado de acuerdo con los fines de la campaña en comento.
En este caso específico, es obligado señalar que, salvo honrosas excepciones, la mayoría de las y los periodistas han violentado el principio de presunción de inocencia, un derecho que brinda protección al imputado, evitando que las personas, incluida la gente que trabaja en medios, formulen juicios previos mientras no se declare la responsabilidad del imputado a través de una sentencia definitiva emitida por un juez.
Lamentablemente, entre los medios de información que cubren mediáticamente este caso, abundan los periodistas que, restándole importancia a lo que la honestidad periodística manda, aceptan como verídica una sola versión, en este caso la de la fiscalía de Los Ángeles, California, ignorando por completo la que han dado a conocer los voceros de la Iglesia La Luz del Mundo. Otros actúan aún peor, dando por ciertos rumores, chismes, habladurías e informaciones negativas de todo tipo y procedencia, faltando a la obligación de informar verazmente para responder al derecho del público a estar debidamente informado.
El problema comienza cuando se recopila aquí y allá información distorsionada, y se agiganta cuando ésta se publica en medios sin la debida confirmación y contextualización. Pero hay algo mucho peor: la irresponsable formulación de juicios de valor por parte de los periodistas que presentan sus opiniones como si fueran noticia. Este tipo de informantes logra su objetivo cuando su texto es leído por un público que no sabe delimitar claramente la diferencia entre noticia y opinión.
Al respecto, Aldo González Melo señala: “hay que tener bien presente que los juicios previos, sean impulsados por un poder público o por uno privado como los medios, son contrarios a la presunción de inocencia”. El papel de juez que suelen asumir algunos periodistas ante la opinión pública los lleva a condenar a la ligera y sin ningún derecho a personas y grupos, olvidando algo que deberían de tener presente en todo tiempo: toda persona tiene derecho a que se le presuma inocente hasta que no se demuestre lo contrario.
Javier Darío Restrepo, experto en ética periodística, afirma que “el periodista no está para satisfacer el capricho del lector”. Y aunque el comunicar tiene que ver siempre con el interés público, cuando se hace un periodismo encaminado a responder a la curiosidad y al morbo de la gente, se deja de lado el principal objetivo del periodismo: informar, que no es lo mismo que desinformar.
Esto es justamente lo que ha sucedido en el proceso que se sigue en California al líder espiritual de la Iglesia La Luz del Mundo, sobre cuyo caso abundan los periodistas que realizan su trabajo para vender periódicos, asegurar televidentes y captar oyentes. Estos informantes desprovistos de ética buscan, por encima de todo, satisfacer el morbo y las pretensiones de las personas y grupos intolerantes que esperan que al apóstol de Jesucristo se le declare culpable.
Hasta ahora esto no ha acontecido, y los fieles de la Iglesia están seguros de que no ocurrirá; por ello el equipo de abogados del máximo guía espiritual de la Iglesia ha recurrido a la Corte Superior de Apelaciones para apelar la decisión del juez David Fields, quien le negó el derecho a fianza en la pasada audiencia, algo que fue interpretado por muchos medios de comunicación como indicio de culpabilidad, pasando por alto que el juicio aún no comienza.
Concluyo mi columna compartiendo con mis lectores las palabras del maestro colombiano Javier Darío Restrepo que, en su libro sobre ética periodística, titulado “El zumbido y el moscardón”, señala: “El periodista no puede convertir su medio de comunicación en un tribunal para determinar culpabilidades o inocencias”.
Twitter: @armayacastro